martes, 31 de marzo de 2020

CoVid19

Teniendo en cuenta el esfuerzo que representa generar contenidos en línea dedicados a la teleformación, el coste de adquisicion de las competencias tecnológicas necesarias para poder desarrollar estos contenidos con un mínimo de calidad y las compensaciones que ofrece la universidad, el CoVid19 ha venido como agua de mayo en marzo:
  1. Por real decreto universitario, se ha tomado la medida de choque de pasar TODA la docencia tradicional y presencial, a docencia EN LÍNEA.
  2. Si bien inicialmente se decidió la suspensión en todos los campus de todas las actividades extraacadémicas, de extensión universitaria, culturales, deportivas, de formación permanente, actos y eventos en sedes universitarias, jornadas y, en general, todas las que no correspondan a la docencia reglada, posteriormente la presencia física en la universidad está prohibida.
  3. Por lo tanto, no puedes contar con asistencia técnica ni infraestructura para poder realizar los contenidos docentes necesarios para poder impartir la docencia en línea.
Es decir, que tienes que convertir de golpe, toda la docencia que tienes presencial en docencia a distancia, quemando tus vacaciones de Fallas y de Semana Santa/Pascua para preparar todo el contenido, tienes que aprender tecnologías de gestión de asignaturas en línea de terceros, que no son tecnologías abiertas y son dependientes totalmente de estos terceros: O365, Teams, Skype, Meet, Zoom...
Tienes que aprender a realizar contenidos docentes nuevos y todo además, te lo costeas tu y contrarreloj.
De repente, con coste cero, tienes a todos los profesores universitarios quemando más horas que un reloj, autoformándose y preparados para realizar el salto universitario a distancia de toda la universidad española, sin prácticamente gasto ni reconocimiento docente de ningún tipo.
En el principio, el profesorado sólo tenía un tipo de alumno normalizado al que tenía que darle servicio: el presencial. La cantidad de alumnos que trabajaban e iban obteniendo la titulación era insignificante. Este perfil fue incrementando su número y pronto se añadió a la docencia como otro perfil propio al que había que satisfacer. Así apareció la necesidad e adaptar todas las asignauras también para los alumnos no presenciales. Erasmus y demás alumnado extranjero, añadió otro perfil a la lista de la tipología de alumnado a la que tenemos que dar servicio.
Con este personal ya autoformado forzosamente para la educación a distancia, ahora, la universidad  ya puede añadir a  esta lista a los alumnos de educación a distancia, no sólo no presenciales, sino presenciales a distancia. Y todo a coste cero. Porque a estos alumnos se les cobrará matrícula a distancia, pero a los profesores que se tengan que hacer cargo de su gestión, se les incrementará su carga de gestión y su carga docente, pero n osu sueldo.

El CoVid ha resultado ser un negocio redondo.

Teleformación

Si bien durante años, la universidad ha estado insistiendo en técnicas docentes como la docencia inversa, los MOOCs o la teleformación, la respuesta, aunque notoria, no ha sido muy intensa. La justificación a esta respuesta, no tan masiva como se esperaba, cae siempre en el mismo concepto: coste cero. Es decir, coste para el profesor y cero para la universidad. Veamos,
  1. Realizar docencia a distancia requiere una infraestructura que no siempre la universidad está dispuesta a pagar: cámaras, cromas, micros,... que muchas veces tienen que se rcosteados por el propio profesor en base a remanentes que han quedado de proyectos de investigación anteriores.
  2. La infraestructura de grabación de estos contenidos docentes obliga a mucha burocracia, reserva de espacios, supervisión de personal técnico externos,.. siendo en muchos casos disuasorios para el profesor que no dispone de tanto tiempo, incluidos los tiempos de desplazamiento a la infraestructura de grabación. Además, en muchas ocasiones, la disponibilidad del profesor no coincide con la de la infraestructura.
  3. Es mejor disponer de una rudimentaria infraestructura en el despacho donde se pueda realizar la grabación según la disponibilidad del profesor.
No sólo se trata de disponer de infraestructura para la grabación. Desarrollar o adaptar el contenido de la docencia a impartir no es una tarea trivial y además luego hay que ensayar y finalmente realizar la grabación en falso directo. Aproximadamente se suele emplear alrededor de una hora de trabajo de media por cada 5 minutos de grabación, siendo ya un profesor experimentado en la roducción audiovisual.
Es decir, para grabar una hora de contenido docente se necesita al menos unas 12-15 horas de trabajo asumiendo que los contenidos ya están coneccionados en la asignatura presencial. Es decir, que para grabar cada clase de dos horas, se necesita casi una semana de trabajo.
Dicho en otras palabras, cambiar una asignatura de presencial a formación a distancia requeriría el trabajo de todo un cuarimestre ya que además involucra el cambio de metodologías docentes.
Las facilidades y ayudas de tipo económico que ofrece la universidad para poder realizar estos contenidos no cubren, ni de lejos, el coste del cambio. Todavía resulta chocante la cantidad de contenidos que se han migrado a formato digital y remoto dadas las circunstancias. Siempre con un alto coste para el profesor que además no ve reconocido su esfuerzo mediante ninguna descarga de trabajo docente en otras asignaturas.