Durante 12 años, alguien, que estaba a 16 créditos de docencia anual, decidió por mi, sin consultarme previamente, que lo mejor para mi era que pasara de 21 créditos a 32 y aumentara en un 50% mi productividad, por su pura decisión soberana.
En las nuevas condiciones, donde se suponía que tendría que haber dado "sólo" 24 créditos al año, alguien decidió que yo tenía que impartir cada tres años la docencia que en las nuevas condiciones, otros profesores impartían en 4 o incluso en 6.
En 12 años tuve que impartir la docencia de 16. A nadie le importó y, salvo uno o dos créditos de limosna, nadie de la dirección de la universidad movió un dedo por ayudarme.
Cuando, por fin, por solidaridad de mis compañeros de departamento, pude obtener otro sexenio para poder salir del pozo de miseria en el que me habían intentado sepultar para siempre, justo ese mismo año, por fin, cambian la legislación y ese sexenio me coloca en el mismo sitio en el que también colocaron a todos los que estábamos en el mismo pozo y no habían podido obtener el reconocimiento: a 24 créditos, el nuevo máximo docente que me pueden sacar de las costillas. No me han volcado más carga porque la ley no lo permite, que si no...
Con lo cual, todos los que habíamos sido elegidos para el frente, para ser carne de aula hasta morir, seguimos cumpliendo fielmente con nuestro destino asignado: seguir siendo carne de aula.
Por fin, cuando parecía que todos los profesores íbamos a ser iguales ante la ley, siguiendo las directrices de George Orwell en su libro "Rebelión en la Granja", aparecen otros cerdos que son más iguales que los caballos y se asignan a sí mismos todos los créditos de holgura. A los cerdos que tienen tres sexenios, este año créditos les tocan 4.5 créditos de holgura en el año que viene 3. A crédito el sexenio. Pero a los caballos que sólo tienen uno o dos; a esos, Keosdén Forte 500mg tres veces al día. Todos los sexenios son iguales, pero algunos son más iguales que otros.
Y lo mejor es que para cuando, por fin, pueda alcanzar el Olimpo de los dioses de los que tienen tres o más créditos, entonces, seguramente, ya habrán tantos que lo tendrán, que ya no se podrá asignar tres créditos sino que serán menos.
Y mientras tanto, las condiciones para poder optar a catedrático o titular, se han endurecido tanto, que es prácticamente imposible para nadie superior a los 55 años poder optar, en lo que el queda de tiempo en la universidad, a obtener una acreditación a la plaza. Y para cuando lo consiga, se tendrá que poner a una cola de tal longitud, que antes se jubilará que conseguirá la plaza.
Resumiendo, que ya no me quedan fuerzas para soportar a tanto jeta y tanto advenedizo. Es patético ver los desesperados esfuerzos por arañar sus miserables privilegios intentando aferrarse a un status que ya pasó. Es como ver a los pasajeros de primera intentar encaramarse a la popa del Titanic mientras se observa cómo se inclina, herido de muerte mientras es engullido inexorablemente por un Atlántico psicópata despiadado.
Me voy. Me subo al bote de la jubilación. Ya no os soporto más. Vuestra avaricia os ha roto el saco y habéis matado la gallina de los webs de oro. Lo habéis conseguido. Me voy a comprar un buen cubo familiar de palomitas y voy a disfrutar desde las gradas del coliseo cómo dais el espectáculo patético que os habéis ganado a pulso.
Ya no queda nada de la universidad en la que entré. Esto ya no se parece en nada a aquel proyecto en el que creía. Yo no vine a la universidad para esto.
Corto con la PASificación del PDI; con la ciberburocracia; con la atomización de los planes de estudio; con la fragmentación de mi docencia; corto la obligatoriedad de una tasa de aprobados; dejo atrás a todas las batallas por rapiñar un crédito más.
Y me llevo detrás de mi los buenos momentos que pasé con alumnos y compañeros, la sensación de un servicio bien dado, de un trabajo cumplido.
Esta ya no es mi guerra.
