A los Trabajos Finales de Grado o de Máster del universo se unirá pronto el final de los profesores que los dirigen.
Por un crédito de docencia, tengo la obligación de impartir diez horas de clase. Eso significa que, asumiendo en el mejor de los casos que no modifico el contenido de la materia desde hace años y que domino la asignatura, necesito al menos otras diez horas para recordar lo que tenía preparado del año pasado, verificar si tengo hiperenlaces a rotos, corregir siempre alguna errata que salta en el momento más inoportuno...
Paralelamente tengo que preparar exámenes, pasarlos a los alumnos, corregirlos, poner notas, burocracia de Poliformat, corregir prácticas, atender consultas, tutorías... todo eso lleva otras 10 horas adicionales, como mínimo. Es decir, que por cada crédito docente que imparto, tengo que dedicarle al menos 30h de trabajo, como mínimo. Si a eso le sumas que tu asignatura, por ser técnica, se actualiza periódicamente cada cierto tiempo o que te toque impartir una nueva asignatura en planes de estudio nuevos o cualquier otra situación, la cantidad de horas se puede elevar considerablemente.
Sólo preparar las diapos de una asignatura nueva, te puede costar un par de semanas por crédito impartido. Una asignatura pequeña de 4.5c, te puede llevar dos meses de trabajo dedicado en exclusiva a esa materia.
Si tu docencia se reparte entre varias ERTs, puede darse la circunstancia que en una misma convocatoria, te caigan cuatro tribunales sin proponérselo, a razón de cuatro o cinco TFGs o TFMs por tribunal. Es decir, que te puedes encontrar entre 16 y 20 TFGs y TFMs a evaluar en una misma convocatoria. Ya se preocupa la universidad de que las escuelas no tengan ningún mecanismo para detectar la sobrecarga de cada profesor que imparte docencia en su dominio. Así que el profesor, además de poner en marcha el curso en septiembre, además de impartir la docencia que le toque, mientras baila una sardana, tiene que leerse, evaluar y participar en tantos tribunales como deseen arbitrariamente los responsables de las ERT.
No se valora el trabajo que supone la dirección de los TFTs, ni la participación en los tribunales de defensa de estos. O tal vez sí que se sepa, pero da igual porque, al final, el mensaje que se transmite desde el rectorado es que la calidad docente es un concepto vago e intangible que difícilmente se puede objetivar y, por lo tanto, dedíquenle la menor cantidad de tiempo posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario