martes, 2 de abril de 2019

Una vuelta de tuerca más. El chocolate del loro frío

Cuando los presupuestos están tan ajustados, comenzamos a abandonar la pobreza y a entrar en la miseria. Se hacen cada vez mayores esfuerzos para conseguir cada vez menores ganancias. Es la ley de rendimientos decrecientes. Las primeras manzanas no cuestan nada de arrancar del árbol. Para conseguir las últimas tienes que subirte a escaleras y jugarte la vida. Además, estarán seguramente picoteadas por los pájaros o pasadas por ser las últimas en ser arrancadas del árbol.
Así, en nuestra universidad hay implantado un sistema propio de gestión centralizado de todos los gastos eléctricos que permite lindezas como cambiar el ciclo de calor de todos los aires acondiionados del campus.
Recientemente lo han cambiado quitando el ciclo de calor y dejándolo en ventilación exclusivamente. Café para todos. Como era de esperar por las altas temperaturas sufridas, anormales para estas fechas, ha ocurrido el efecto péndulo y ahora vuelve a hacer frío.
¿Han vuelto a pasar al ciclo de calor?  NO. Y aquí estoy, en el despacho, con las manos frías, destemplado, con el abrigo puesto y sin poder enchufar la calefacción porque en modo ventilación, el aire que sale es frío y acabas más helado aún.
Hoy ya me he tomado un ibuprofeno porque comenzaba a sentir una punzada en un lateral de la garganta debido al enfriamiento inesperado de estar todo el día trabajando sin calefacción. Noto que la voz comienza a hacerse gruesa y espero no caer en la afonía porque sería una faena hacer que mis compañeros, que ya van muy saturados de docencia, tuvieran que dar un par de clases de una asignatura que ni imparten ni dominan. Así que si tengo que estar una semana con la boca cerrada sin poder hablar, mejor no doy las clases y ni me molesto en pedir una baja que yo mismo me recuperaré más adelante.
Luego dicen de la salud de hierro de los autónomos, que nunca caen enfermos. Comparadla con la de los profesores universitarios.
Es decir, de facto, se acaban de cargar las bajas de poca intensidad ya que es el propio profesor el que tiene que sustituirse a si mismo, con la sobrecarga de trabajo posterior que aparece cuando, al ritmo normal de docencia, se el añaden las recuperaciones y la gestión de espacios y tiempos en los que los chavales puedan asistir fuera de su horario habitual para recuperar la docencia no impartida.

Este es el chocolate del loro que se ahorran en mi universidad, a costa del malestar general de todos, los riesgos de caer enfermo y de todas las impertinencias que se traspasan a los alumnos como consecuencia de lo comentado anteriormente. Eso sí, nos pondremos la medalla verde y podremos lucir flamantes que este año hemos conseguido reducir un 0.1% más  el consumo de energía eléctrica pero sin mostrar el coste real y oculto que todo eso conlleva.

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