Antes del decreto Wert, el profesorado universitario impartía 22 créditos al año de docencia. Tras el decreto Wert, el profesorado pasó, por real decreto, a impartir 24, aumentando su
productividad en un 9% dado que el sueldo sigue siendo el mismo. De
nuevo cero para el ministerio y coste para el profesor.
Como esto no era suficiente, se aprovechó la coartada de que todo esto se realizaba en un
contexto de cambio de planes de estudio, con una adaptación a
los planes de estudio de Bolonia y con un cambio docente tendente a emplear metodologías activas.
Eso significó que si antes se realizaba un examen o dos de teoría a final
del curso y entrega de trabajo final de asignatura o prácticas. Ahora se
se debían hacer permanentemente pruebas de seguimiento durante el curso,
incluso durante asignaturas cuatrimestrales, tanto de teoría como de
prácticas, elevando su número a cantidades exorbitadas que, en muchas
asignaturas, entre tareas de clase, prácticas y exámenes teóricos,
pueden subir a 10 pruebas a lo largo de un único cuatrimestre. En muchas
universidades, este incremento de carga se ha realizado a coste cero.
Es decir, si antes la asignatura equivalente tenía 6 créditos, ahora te
conceden 6 créditos igualmente, cero para la universidad, coste
adicional para el profesor.
En algunas universidades privilegiadas, se logró obtener un reconocimiento adicional del 10% por causa del cambio metodológico. Como se ha podido comprobar, ni de lejos compensó ese incremento del esfuerzo adicional que tenía que hacer el profesorado para poder atender a las nuevas demandas.
Si a esto le unimos que durante años se congeló el sueldo, cuando no se bajó. De nuevo cero para el ministerio y coste el profesor.
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